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INSTITUTO DE LOS ANDES

04 HARRY POTTER Y LA COCINA

MERENDANDO EN LA MADRIGUERA: LA COCINA DE LA SRA. WEASLEY

HARRY POTTER Y LA GASTRONOMIA (II) 

Por Rafael Ariansen / andes@institutodelosandes.com 

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“¡No se habla con la boca llena!”

dijo bruscamente la Sra. Weasley

El traslador que nos arrancó en un torbellino multicolor del número cuatro de Privet Drive, el hogar suburbano de los Dursleys, nos deposita en cuestión de segundos a las afueras de un pueblito en Devon. Aún estamos en Inglaterra, afortunadamente. Interesantes aparatos estos trasladores, son objetos encantados, generalmente una pieza de chatarra inútil, que transporta a quien lo toque a un destino programado. El nuestro era una inocente lata vacía de duraznos en conserva y aún la cabeza nos da vueltas. La mayoría de edificios habitados por magos son invisibles a la mirada Muggle (personas no-mágicas). Están protegidos por encantamientos para que los ignoremos y pasemos de largo, sin embargo frente a mí se “levanta” (por decirlo de alguna forma) la casa de la familia Weasley (el lector recordará que tenemos un permiso especial del Ministerio de Magia para realizar nuestro reportaje).

Se le conoce cariñosamente como “La Madriguera” y tiene por lo menos cuatro pisos de alto, construidos de una manera tan caótica e irrespetuosa de las leyes de la física, que sólo por magia podrían mantenerse en pie.

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Vista aérea de la residencia Weasley. Tienen un espectro ruidoso y malvado en el ático y gnomos en el jardín. ¿Pero quién no?

Molly Weasley (Prewet, de soltera) es la máxima autoridad y administradora de esta  extraña residencia. Es una mujer baja y regordeta, de rostro amable, que usa siempre un delantal floreado de cuyo bolsillo emerge una varita. Pero no se dejen engañar, la Sra, Weasley es lo suficientemente firme como para impartir disciplina entre sus siete hijos, todos más altos que ella. Sus principales ocupaciones son la cocina, el tejido y cuidar de la extensa familia que ha formado con su esposo Arthur, en la que incluye al ya mencionado Harry Potter, a quien considera un hijo más.Pero conozcamos su cocina, que para eso vinimos. La cocina de Molly es pequeña y todo parece estar muy apretujado en ella. Justo en medio tiene una trajinada mesa de madera rodeada de sillas que no hacen juego. Enseguida notamos una chimenea con conexión a la red Floo (otra curiosa forma de trasportación mágica inter-chimeneas) y en una repisa sobre ésta vemos apilados una serie de libros de cocina. Los títulos son algo así como “Hechice su propio queso” (escrito por Gerda Catchlove), “Encantamientos para hornear” o “banquetes mágicos en un minuto”. Junto a ellos, un infaltable: el manual de Gilderoy Lockhart para combatir las plagas en el hogar. También hay números pasados de la revista “Bruja Semanal”, que Molly colecciona por las recetas que incluye. Sobre la repisa cuelga un espejo parlante que no se guardará su opinión con respecto a tu aspecto del día. En la pared de enfrente llama nuestra atención un reloj de una sola manecilla, que en vez de números tiene las inscripciones “hora del té”, “hora de alimentar a las gallinas” y “te estás retrasando”. Una vieja radio está sintonizada siempre en la WWN (la estación del mundo mágico), pues Molly nunca se pierde las melodías de “La Hora Embrujada” y su cantante favorita, Celestina Warbeck.

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La cocina de Molly en todo su esplendor. Es muy raro verla tan tranquila.

La cocina es definitivamente el lugar preferido de la Sra. Weasley y si pudiera conseguir un Elfo doméstico (una criatura mágica que hace las tareas del hogar en las casas de los magos adinerados) lo utilizaría solo para que le planche la ropa. Aquí es donde prepara su fudge casero, hornea su famosa tarta de carne molida, su celebrado dulce de nueces, y hace sandwiches para que sus hijos los coman durante el viaje en el Expreso de Hogwarts, sin olvidar el pastel navideño que regularmente les envía, junto con los regalos, cuando pasan las festividades en el colegio. Y si bien Molly hace la mayor parte del trabajo culinario, se asegura de que cada quién colabore con pequeñas tareas. Los desayunos en La Madriguera son contundentes, casi tanto como en Hogwarts. La primera vez que Harry Potter desayunó con los Weasley, Molly puso en su plato 8 ó 9 salchichas y tres huevos fritos en evidente contraste con la dieta de hambre que recibía el muchacho en casa de sus tíos. Tampoco faltan el pan con mantequilla, las tostadas con mermelada de naranja y la avena con miel. Las comidas son también maravillosas, con empanadas de pollo y jamón, patatas hervidas, ensalada y helado de fresa hecho en casa. Cuando la cocina no se da abasto para contener a los nueve Weasleys y a sus invitados (generalmente Harry Potter y su amiga Hermione Granger) se opta por juntar dos desvencijadas mesas en el jardín para disfrutar de una deliciosa comida al aire libre, casi siempre durante las vacaciones de verano. En ocasiones especiales, los adultos beben un dulce licor de grosella luego de las comidas.

El lector estará sospechando que a la Sra. Weasley le basta hacer unos movimientos con su varita para que los alimentos aparezcan preparados como por arte de magia, sin embargo así no se cocina en el mundo mágico. Es bien sabido que nada que se cree de la nada, utilizando encantamientos, durará más de una hora o dos. Molly utiliza sus propias manos y sentido del gusto, como cualquier Muggle. La diferencia está en que las brujas cocineras pueden simplificar algunos de los procesos más tediosos. Por ejemplo, pueden hechizar las verduras para que se despojen de sus cáscaras o hacer que los preparados se revuelvan por si solos en sus cacerolas, o finalmente pueden usar magia para evitar la más odiosa labor en la cocina: un leve golpecito de la varita sobre el fregadero bastará para que los platos y vajilla se leven solos, produciendo un suave tintineo. Un recogedor mágico estará alerta para limpiar el piso ante cualquier accidente. También tienen a su disposición algunos utensilios encantados, como cuchillos mágicos que cortan los vegetales o teteras que sirven solas. Ya se imaginarán los problemas que surgen cuando estos objetos van a parar a manos Muggles. Recientemente se reportó el caso de una tenaza para terrones de azúcar que sujetaba por la nariz a sus desafortunados dueños. Ante eventualidades de este tipo, el Ministerio de Magia tiene un Departamento para el Uso Indebido de Objetos Muggles del que casualmente fue Director Arthur Weasley, esposo de Molly.

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Parte del clan Weasley. La comida es un asunto serio para ellos.

Pero volvamos a la cocina. Hace rato que observamos a la Sra. Weasley y hemos notado un detalle interesante: ha hecho brotar directamente de la punta de su varita un chorro de salsa bechamel que vierte sobre su preparación. Esto nos hace suponer que si bien no se conjuran los principales ingredientes de un platillo, sí es posible hacerlo con algunas de las salsas y condimentos. Esto sería un gran beneficio para los magos que vigilan su peso, pues las salsas más grasosas simplemente desaparecerían al poco rato de su organismo luego de ser consumidas, dejándoles todo el sabor, pero no las calorías. ¿Será éste el secreto de la inmunidad mágica a dolencias cardiovasculares que estamos buscando?

La cocina ha demostrado ser terapéutica para Molly Weasley, y es común verla cocinar aunque esté molesta (sobre todo con sus terribles gemelos, Fred y George) o preocupada, aunque les recomiendo mantenerse alejados por lo de los cuchillos voladores, ya saben. Aunque el alcohol no es muy popular en el mundo mágico, Molly toma té con un chorro de whisky envejecido de Ogden cuando está verdaderamente nerviosa y teme por la seguridad de los suyos. Ha mencionado a un tal “El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado”, pero nuestra ignorancia Muggle nos despista por completo. 

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No podemos negar o confirmar la participación de Molly Weasley en la agrupación secreta conocida como “La Orden del Fénix”. Pero de ser así, de seguro estaría encargada de la cocina.

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Como pueden ver, las diferencias con la ordenada y reluciente cocina de los Dursley son más que obvias. La cocina de los Weasley está llena de sorpresas, de lo inusual y de lo inesperado y a Harry Potter le parece maravillosa, no solo porque la comida abunde, sino, sencillamente porque aquí todos lo quieren.

Nos informan que no utilizaremos un traslador (gracias a Dios) para alcanzar nuestro próximo destino: Hogwarts, la Escuela de Magia y Hechicería. Así que nos dirigimos hacia la estación de trenes de King´s Cross para tratar de encontrar la misteriosa plataforma 9 ¾ . Si tenemos éxito seguiremos reportando.

A LA MESA CON LOS DURSLEY: LA COCINA DE TIA PETUNIA

HARRY POTTER Y LA GASTRONOMIA (I)
Por Rafael Ariansen / andes@institutodelosandes.com 
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Harry no parece disfrutar mucho las responsabilidades culinarias que le asignan sus tíos.
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“Tengo tanta hambre, que me comería un Hipogrifo”
Ron Weasley
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   En el mundo mágico se come. ¡Y se come  bastante! En cantidades tales que postrarían al Muggle (persona no-mágica) más resistente. Es evidente que magos y brujas de todas las edades han desarrollado una protección natural contra las enfermedades cardiovasculares y viven despreocupados por el colesterol alto, generalmente más años que cualquiera de nosotros, pobres Muggles esclavos de dietas y regímenes. Basta echar un vistazo al menú cargado en grasas y carbohidratos que se sirve cotidianamente a los jóvenes alumnos de Hogwarts, la más famosa escuela de magia y hechicería de toda Inglaterra, para concluir esto. ¿Cómo es posible que el heroico Harry Potter encuentre la energía necesaria para dedicarse a los estudios, practicar el violento deporte mágico de la escobas voladoras y para enfrentarse a las fuerzas de la oscuridad con semejante dieta? Un permiso especial del Ministro de Magia nos permitirá entrar a las cocinas, destapar las ollas y sentarnos a las mesas de la comunidad mágica, con el propósito de estudiar sus peculiares hábitos gastronómicos y aparente inmunidad a las dolencias de origen nutricional.
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   Sin embargo, nuestra travesía se iniciará en un típico hogar Muggle, con el fin de establecer un análisis comparativo entre nuestras costumbres al comer y beber y las de aquellos dotados de la chispa mágica.
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Dudley, Vernon y Petunia. Bueno, quizá sea un exceso considerarlos una “típica familia Muggle”. 

A la mesa con los Dursley: la cocina de tía Petunia.

“¿Acaso parezco estúpido?” gruñó el tío Vernon, mientras un pedazo de huevo frito colgaba de su espeso bigote.

   Inmaculadamente limpia. Esa es la primera frase que viene a nuestra mente al pensar en la cocina de Petunia Dursley, esposa de Vernon y madre de Dudley, los únicos parientes Muggles de Harry Potter. Fría y desamorada. Esa sería la siguiente frase con la que podríamos describirla. Y no es precisamente por la calidad de la comida, puesto que Petunia cocina maravillosos platillos, sino porque prácticamente mata de hambre a su sobrino Harry, y en más de una ocasión lo mantuvo a punta de sopa fría de lata durante días enteros. Probablemente, esa sea la causa de la baja estatura del muchacho y de su tardío desarrollo. Por el contrario, atiborra de comida a su regordete hijo Dudley, quizás pensando en que la redondez sólo aumenta su perfección.

   En medio de la cocina de tía Petunia hay una gran mesa cuadrada, uno de cuyos lados es ocupado por completo por el adiposo cuerpo de su hijo durante sus refrigerios, o sea durante casi todo el día. Ella se sienta cerca de la ventana para poder estirar su largo cuello con más facilidad y espiar a los vecinos. ¡Le encanta el chisme! El tío Vernon, un hombre corpulento y malhumorado, necesita afrontar con suficiente energía sus responsabilidades empresariales, por lo que incluye en su alimentación grandes cantidades de donas y pasteles de fruta. Sólo en estado de pánico total, como cuando una marejada de cartas de Hogwarts dirigidas a Harry amenazaba con inundar su hogar, es que la comida se convierte en asunto secundario.

   Un televisor es pieza clave de la habitación y se mantiene casi tan caliente como el horno, así Dudley no tiene que caminar de la sala al refrigerador perdiendo valiosos segundos de sus programas favoritos.

   Un desayuno tradicional con los Dursley incluye tocino, huevos y tostadas, pero lo más probable es que a Harry, en el mejor de los casos, le toquen sólo dos hogazas de pan duro y una rebanada de queso. Luego es enviado a realizar pesadas labores domésticas.

   En este punto ya habrán notado que los Dursleys no ven con mucha simpatía a Harry y eso es porque odian todo lo que esté relacionado con la magia. Desde cierto punto de vista es comprensible, ya que sus experiencias con ella han sido mayormente traumáticas y curiosamente ligadas a la gastronomía. Cómo olvidar aquella desastrosa cena en la que invitaron a los Mason, y no porque los Dursleys fueran extremadamente sociables o amigables, sino porque Vernon deseaba involucrar al Sr. Mason en su negocio de venta de taladros. Petunia, para impresionar a sus invitados, preparó una sensacional pierna asada de cerdo y un elaborado pudín de nata con violetas azucaradas que terminó estrellado contra el piso de la cocina gracias a la intervención mágica de un atolondrado Elfo doméstico. Harry, que como de costumbre había sido enviado a su habitación para que pretendiera no existir (¡sin considerar de que se trataba del cumpleaños número doce del muchacho!), fue culpado de todo el incidente.

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Este es el preciso instante en el que Dobby, el Elfo doméstico (la criaturita orejona de la esquina), decide hacer levitar el pudín de tía Petunia con devastadoras consecuencias durante la cena con los Mason.

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Inútilmente, Harry trata de impedir que la Sra. Mason se lleve el susto de su vida. La pobre mujer aún está en terapia.

..   Un año después, la magia fuera de control volvió a poner de cabeza el comedor de los Dursley. En esa ocasión, teniendo de invitada a la odiosa tía Marge, hermana de Vernon, Petunia sirvió té (que Ripper, el perro de Marge, sorbía desde un plato sobre la alfombra para el horror de Petunia), sopa, salmón, merengado de limón y pastel de frutas, todo rociado con grandes cantidades de brandy y mucho más vino. Por desgracia para Marge, más detestable que nunca gracias al exceso de alcohol, Harry dejó de encontrar “tolerables” los desagradables comentarios de la mujer sobre sus padres, y literalmente la mandó a “volar”, hinchada como un globo. ¿Y cómo sentir aprecio por alguien que en navidad te regala una caja de galletas para perro?
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Marge, ya pasadita de copas, se entretiene molestando a Harry, quien como de costumbre, hace de sirviente.
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Marge se hincha como un globo producto de un involuntario hechizo de Harry y no de alguna intoxicación alimentaria. Pero no se preocupen por ella, personal del Ministerio de Magia le ubicó flotando por las inmediaciones, procedió a desinflarla y la borraron la memoria como suelen hacer con los Muggles que se exponen a situaciones mágicas.
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   Uno de los acontecimientos gastronómicos más importantes de los últimos años en casa de los Dursley fue cuando Petunia puso a dieta a Dudley con todo el dolor de su corazón. Y es que su adorado hijo ya había alcanzado el tamaño y peso de una ballena asesina joven, a punta de hamburguesas, barras de chocolate, helados, gaseosas y pasteles de todo tipo. Hasta Harry, que había crecido viendo como el abusivo Dudley le arrebataba la comida, no pudo sino sentir lástima al verlo sentado frente a un cuarto de pomelo sin azúcar. Sin embargo, como suele suceder en estos casos, Petunia puso a régimen a “toda” la familia para que su retoño no se sintiera tan mal. Aquello representaba malas noticias para Harry, quien debería sobrevivir todo el verano con palitos de zanahoria y otras cosas que tío Vernon consideraba “comida de conejo”. Tuvo que enviar a Hedwig, su lechuza mensajera, con peticiones de auxilio a sus amigos y así fue como terminó con cuatro grandiosos pasteles para su cumpleaños número catorce, cortesía de Ron, Hermione, Hagrid y su padrino Sirius, los cuales escondía bajo una tabla suelta del piso de su cuarto y comía de a pocos.
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   Llegó el momento de abandonar la quirúrgicamente aseada cocina de Petunia Dursley (anti-natural, según algunos), quien sin sospecharlo contribuyó a agudizar los reflejos de su sobrino al propinarle sartenazos que el muchacho aprendió a esquivar desde muy joven, habilidad que ahora aprovecha para eludir las pesadas Bludgers en el mágico deporte del Quidditch. A continuación, tomaremos el traslador más cercano hacia un tradicional hogar de magos para investigar el origen de su sazón. ¡Así que quédense cerca!