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INSTITUTO DE LOS ANDES

A LA MESA CON LOS DURSLEY: LA COCINA DE TIA PETUNIA

HARRY POTTER Y LA GASTRONOMIA (I)
Por Rafael Ariansen / andes@institutodelosandes.com 
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Harry no parece disfrutar mucho las responsabilidades culinarias que le asignan sus tíos.
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“Tengo tanta hambre, que me comería un Hipogrifo”
Ron Weasley
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   En el mundo mágico se come. ¡Y se come  bastante! En cantidades tales que postrarían al Muggle (persona no-mágica) más resistente. Es evidente que magos y brujas de todas las edades han desarrollado una protección natural contra las enfermedades cardiovasculares y viven despreocupados por el colesterol alto, generalmente más años que cualquiera de nosotros, pobres Muggles esclavos de dietas y regímenes. Basta echar un vistazo al menú cargado en grasas y carbohidratos que se sirve cotidianamente a los jóvenes alumnos de Hogwarts, la más famosa escuela de magia y hechicería de toda Inglaterra, para concluir esto. ¿Cómo es posible que el heroico Harry Potter encuentre la energía necesaria para dedicarse a los estudios, practicar el violento deporte mágico de la escobas voladoras y para enfrentarse a las fuerzas de la oscuridad con semejante dieta? Un permiso especial del Ministro de Magia nos permitirá entrar a las cocinas, destapar las ollas y sentarnos a las mesas de la comunidad mágica, con el propósito de estudiar sus peculiares hábitos gastronómicos y aparente inmunidad a las dolencias de origen nutricional.
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   Sin embargo, nuestra travesía se iniciará en un típico hogar Muggle, con el fin de establecer un análisis comparativo entre nuestras costumbres al comer y beber y las de aquellos dotados de la chispa mágica.
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Dudley, Vernon y Petunia. Bueno, quizá sea un exceso considerarlos una “típica familia Muggle”. 

A la mesa con los Dursley: la cocina de tía Petunia.

“¿Acaso parezco estúpido?” gruñó el tío Vernon, mientras un pedazo de huevo frito colgaba de su espeso bigote.

   Inmaculadamente limpia. Esa es la primera frase que viene a nuestra mente al pensar en la cocina de Petunia Dursley, esposa de Vernon y madre de Dudley, los únicos parientes Muggles de Harry Potter. Fría y desamorada. Esa sería la siguiente frase con la que podríamos describirla. Y no es precisamente por la calidad de la comida, puesto que Petunia cocina maravillosos platillos, sino porque prácticamente mata de hambre a su sobrino Harry, y en más de una ocasión lo mantuvo a punta de sopa fría de lata durante días enteros. Probablemente, esa sea la causa de la baja estatura del muchacho y de su tardío desarrollo. Por el contrario, atiborra de comida a su regordete hijo Dudley, quizás pensando en que la redondez sólo aumenta su perfección.

   En medio de la cocina de tía Petunia hay una gran mesa cuadrada, uno de cuyos lados es ocupado por completo por el adiposo cuerpo de su hijo durante sus refrigerios, o sea durante casi todo el día. Ella se sienta cerca de la ventana para poder estirar su largo cuello con más facilidad y espiar a los vecinos. ¡Le encanta el chisme! El tío Vernon, un hombre corpulento y malhumorado, necesita afrontar con suficiente energía sus responsabilidades empresariales, por lo que incluye en su alimentación grandes cantidades de donas y pasteles de fruta. Sólo en estado de pánico total, como cuando una marejada de cartas de Hogwarts dirigidas a Harry amenazaba con inundar su hogar, es que la comida se convierte en asunto secundario.

   Un televisor es pieza clave de la habitación y se mantiene casi tan caliente como el horno, así Dudley no tiene que caminar de la sala al refrigerador perdiendo valiosos segundos de sus programas favoritos.

   Un desayuno tradicional con los Dursley incluye tocino, huevos y tostadas, pero lo más probable es que a Harry, en el mejor de los casos, le toquen sólo dos hogazas de pan duro y una rebanada de queso. Luego es enviado a realizar pesadas labores domésticas.

   En este punto ya habrán notado que los Dursleys no ven con mucha simpatía a Harry y eso es porque odian todo lo que esté relacionado con la magia. Desde cierto punto de vista es comprensible, ya que sus experiencias con ella han sido mayormente traumáticas y curiosamente ligadas a la gastronomía. Cómo olvidar aquella desastrosa cena en la que invitaron a los Mason, y no porque los Dursleys fueran extremadamente sociables o amigables, sino porque Vernon deseaba involucrar al Sr. Mason en su negocio de venta de taladros. Petunia, para impresionar a sus invitados, preparó una sensacional pierna asada de cerdo y un elaborado pudín de nata con violetas azucaradas que terminó estrellado contra el piso de la cocina gracias a la intervención mágica de un atolondrado Elfo doméstico. Harry, que como de costumbre había sido enviado a su habitación para que pretendiera no existir (¡sin considerar de que se trataba del cumpleaños número doce del muchacho!), fue culpado de todo el incidente.

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Este es el preciso instante en el que Dobby, el Elfo doméstico (la criaturita orejona de la esquina), decide hacer levitar el pudín de tía Petunia con devastadoras consecuencias durante la cena con los Mason.

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Inútilmente, Harry trata de impedir que la Sra. Mason se lleve el susto de su vida. La pobre mujer aún está en terapia.

..   Un año después, la magia fuera de control volvió a poner de cabeza el comedor de los Dursley. En esa ocasión, teniendo de invitada a la odiosa tía Marge, hermana de Vernon, Petunia sirvió té (que Ripper, el perro de Marge, sorbía desde un plato sobre la alfombra para el horror de Petunia), sopa, salmón, merengado de limón y pastel de frutas, todo rociado con grandes cantidades de brandy y mucho más vino. Por desgracia para Marge, más detestable que nunca gracias al exceso de alcohol, Harry dejó de encontrar “tolerables” los desagradables comentarios de la mujer sobre sus padres, y literalmente la mandó a “volar”, hinchada como un globo. ¿Y cómo sentir aprecio por alguien que en navidad te regala una caja de galletas para perro?
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Marge, ya pasadita de copas, se entretiene molestando a Harry, quien como de costumbre, hace de sirviente.
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Marge se hincha como un globo producto de un involuntario hechizo de Harry y no de alguna intoxicación alimentaria. Pero no se preocupen por ella, personal del Ministerio de Magia le ubicó flotando por las inmediaciones, procedió a desinflarla y la borraron la memoria como suelen hacer con los Muggles que se exponen a situaciones mágicas.
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   Uno de los acontecimientos gastronómicos más importantes de los últimos años en casa de los Dursley fue cuando Petunia puso a dieta a Dudley con todo el dolor de su corazón. Y es que su adorado hijo ya había alcanzado el tamaño y peso de una ballena asesina joven, a punta de hamburguesas, barras de chocolate, helados, gaseosas y pasteles de todo tipo. Hasta Harry, que había crecido viendo como el abusivo Dudley le arrebataba la comida, no pudo sino sentir lástima al verlo sentado frente a un cuarto de pomelo sin azúcar. Sin embargo, como suele suceder en estos casos, Petunia puso a régimen a “toda” la familia para que su retoño no se sintiera tan mal. Aquello representaba malas noticias para Harry, quien debería sobrevivir todo el verano con palitos de zanahoria y otras cosas que tío Vernon consideraba “comida de conejo”. Tuvo que enviar a Hedwig, su lechuza mensajera, con peticiones de auxilio a sus amigos y así fue como terminó con cuatro grandiosos pasteles para su cumpleaños número catorce, cortesía de Ron, Hermione, Hagrid y su padrino Sirius, los cuales escondía bajo una tabla suelta del piso de su cuarto y comía de a pocos.
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   Llegó el momento de abandonar la quirúrgicamente aseada cocina de Petunia Dursley (anti-natural, según algunos), quien sin sospecharlo contribuyó a agudizar los reflejos de su sobrino al propinarle sartenazos que el muchacho aprendió a esquivar desde muy joven, habilidad que ahora aprovecha para eludir las pesadas Bludgers en el mágico deporte del Quidditch. A continuación, tomaremos el traslador más cercano hacia un tradicional hogar de magos para investigar el origen de su sazón. ¡Así que quédense cerca!

1 comentario

anggelus -

Excelente, buena calidad de narración, muy entretenido...