La gestación de un estilo, y el nacimiento de su conciencia social, es el retrato que ofrece el Museo de Bellas Artes de Bilbao (País Vasco, España) de un Murillo que comenzaba su vida pictórica. Una visión que cuenta con alrededor de medio centenar de obras, alejadas de la imagen estereotipada y mariana del pintor, susceptibles de formar parte de la colección de Grandes del Siglo de Oro español.
Si bien son las edulcoradas y vaporosas vírgenes la primera imagen que se asocia al nombre de Murillo, lo cierto es que en su etapa de formación la infancia poseerá una importancia incluso mayor -más tarde éste será un protagonismo compartido- al tiempo que será el sentir de los barrios pobres de Sevilla, en corte tenebrista, el objeto principal de esta obra inicial. Este periodo, no tan famoso como sus impecables inmaculadas de la etapa final, es el eje central de la muestra que ahora el Museo de Bellas Artes de Bilbao contextualiza en una época donde la picaresca y la genialidad convivieron en igualdad de condiciones.
Un total de 42 obras, pertenecientes al periodo de formación y primera madurez del pintor, recogen la influencia de maestros previos, como Francisco Herrera, Zurbarán o Ribera, presente en el contraste de luces y sombras y el tratamiento naturalista de la escena. No en vano la otra gran figura del foco sevillano de finales del XVII será Valdés Leal, quien llevará al extremo temáticas experimentadas por Murillo recogidas en obras como El joven mendigo del Museo del Louvre, Vieja con gallina y cesta de huevos y Dos muchachos comiendo melón y uvas, ambas de la Alte Pinakothek de Múnich.
La exposición cuenta con préstamos procedentes de diversos museos y colecciones internacionales y ofrece el visionado por primera vez en nuestro país de 16 obras provenientes del extranjero. Una selección que evidencia la evolución y la orientación posterior que sufrirá su carrera y que suponen una fuente importante a la hora de ampliar la visión del Murillo pintor y coetáneo del Barroco.
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